viernes, 22 de diciembre de 2006

... la última gota y ya , todo habría acabado. No quedaba más que dormir, a pesar de tantos grados y recuerdos en el cuerpo, sin embargo, estábamos ahí con todos los efectos del alcohol fustigándonos sin más que hacer. Tanto tiempo había pasado desde la última vez en que la efervescencia del encuentro y de las copas habían provocado la catrástofe. La liberación de los sentidos en aquella madrugada que puso fin a esa amistad.

Pero estábamos ahí, ebrios y felices tal como acostumbrábamos. Luego de una larga y amena conversación nos miramos sin decir nada. Y sin más, el deseo se apoderó de nosotros, nos perdimos en nuestra piel, el tiempo se detuvo, las sensaciones de placer dominaban el ambiente.
Hasta que la irrefutable realidad se nos apareció con la luz del día, esto no debió haber pasado, pero pasó.
Era hora de dar vuelta la página, definitivamente...

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