
Pero estábamos ahí, ebrios y felices tal como acostumbrábamos. Luego de una larga y amena conversación nos miramos sin decir nada. Y sin más, el deseo se apoderó de nosotros, nos perdimos en nuestra piel, el tiempo se detuvo, las sensaciones de placer dominaban el ambiente.
Hasta que la irrefutable realidad se nos apareció con la luz del día, esto no debió haber pasado, pero pasó.
Era hora de dar vuelta la página, definitivamente...
Era hora de dar vuelta la página, definitivamente...
No hay comentarios:
Publicar un comentario